miércoles, 8 de junio de 2011

Amor animal.

Mi trabajo queda en una comuna que, si bien en su tiempo fue considerado un refugio campestre, hoy no mantiene mucha de las cualidades que entrega la madre tierra. Creo que es el lugar donde existe la mayor tasa de abandono animal de toda la ciudad. En cada esquina se ven perros y gatos botados, viviendo de lo que la calle y algún transeúnte les pueda ofrecer. No se discrimina por raza; animales de alta estirpe viven en las mismas condiciones que los llamados "quiltros". En resumen: San Bernardo está lleno de animales GUACHOS. Muy estremecedor, sobretodo en estos días de frío, donde se les ve enrrollados en una esquina y con sus ojos bien cerrados, rezando por que el sol aparezca pronto.

Pero independiente de como sea el mundo que les toque vivir, los animales tienen una luz de la que debemos aprender. Los humanos, denominados los seres más evolucionados de este planeta, en muchísimas circunstancias no somos más que la última escoria de la cadena evolutiva, cuando debiésemos seguir el ejemplo de aquellos que no hablan nuestro idioma.

Les dejo un ejemplo que me abrió los ojos.
Bajo el edificio de la clínica donde trabajo hay una manada de aproximadamente 6 perritos. La conformaban animales de diferentes edades, género, carácter y raza, pero manteniendo en común el sentido de pertenencia que le otorgan a esta familia. Y es que se comportan como una familia, jamás he visto signos de territorialidad ni disputa por alimento, abrigo o cariño. Incluso me ha tocado ver como algunos de ellos le ceden su comida al más hambriendo. Impresionante. El día de ayer pasó algo bastante fuera de lo común. Una de las perritas de mayor edad se comenzó a comportar extraño, no se levantaba. Estaba agonizando. Entre todos nuestros esfuerzos por llamar a un veterinario para ayudarla, de pronto nos dimos cuenta la perrita estaba siendo rodeada por cada uno de sus amigos canes, todos muy juntos y echados alrededor. Su familia había decidido que no la dejarían sola, y todos entregaban su calor a la que más lo necesitaba. Minutos después la perra murió, pero los animales no se movían de su lado. Pasaron horas y seguían ahí, estoicos. Llegó la noche y con ella el frío, pero los perros no se despegaban de su lado. Tuve el honor de observarlo con mis propios ojos, ahí estaban todos rodeándola, y francamente creo que no pensaban moverse hasta que alguien los sacara de ahí.
Lamentablemente, en todo el tiempo que fui testigo de este hecho, nadie fue capaz de mover a la perrita, ni se presentó ninguna entidad municipal para sanear el lugar (otro acto de crueldad de los humanos hacia sus hermanos menores). Finalmente un grupo de voluntarios terminó con esta falta de dignidad hacia la pequeña y se la llevaron a un lugar mejor.

Entonces ahora me pregunto, ¿quién es el animal en este acto? ¿Aquel can que decidió entregar su presencia y cariño a una más de su familia adoptiva, o todos los seres que pasaban por ahí y hacían la vista gorda? ¿Con qué derecho nos creemos como para abandonar a un animal con una capacidad de amar igual o mayor a la nuestra?

No entiendo como existe gente que abandone así a los animales, no cabe en mis registros mentales. Tenemos tanto que aprender de ellos, y aún así decidimos despreciarlos de la forma más cruel que existe. Soberbia y maldad en su máxima expresión.

Esto tiene que cambiar. Todos juntos debemos crear conciencia.