viernes, 6 de mayo de 2011

La boca, puerta del alma.

Hoy vi una paciente que representaba gran parte de quienes acuden a vernos: "me da verguenza sonreir". Asi de fuerte. "Mis dientes están tan feos que no quiero que los vea". Es tanta su aberración hacia si mismos que no pueden mostrar su problema ni a quien es el encargado de solucionarlo. Puede sonar trivial, pero es una realidad terrible, un problema tanto más grave de lo que se percibe... la gente está dejando de sonreir.

La sonrisa es la puerta del alma. Y para ella tenemos de representante un elemento facial que es la boca, y por ella entran y salen pensamientos, ideales, sentimientos. Es la vía de comunicación con el exterior, es nuestra primera fuente de vida, es a través de ella que sobrevivimos los primeros meses, cuando el pecho de nuestra madre era el unico alimento para nutrir nuestro cuerpo, nuestra escencia.

¿Y nunca se han fijado que la gente tiende a sonreír tapándose la boca? Eso es por verguenza, por intentar reprimir su inseguridad y desprecio hacia el daño que percibe en su organismo. Y a través de este gesto oculta su sentir, su posibilidad de maravillarse en forma natural y de entregar una risa al mundo.

Como revertir tanto daño, tanta amargura? Se podrá lograr hacerlo sólo agregando dientes a su boca? No lo creo y nadie me va a convencer de lo contrario, su cura va más allá. Aquel individuo debe aprender a sonreír nuevamente, debe reencantarse con la vida, ese ser debe aceptar su belleza como algo que va más allá de la apariencia. Y a través de la boca lograr entrar en su cuerpo, en su mente, en su alma. Aprender a ir más allá de lo que se ve, lograr curar una pena arraigada en el vientre a través de una conversación. Entregar herramientas para sentirse digno, para abrir los ojos de la real hermosura que esconde la vida. La boca es la puerta del alma, tenemos en nuestras manos la vía de acceso hacia el centro del pudor, no se puede desaprovechar esta oportunidad de comenzar un nuevo camino, dejar esto de lado no es más que la ruta al fracaso y a dejar al paciente con otra herida sin sanar.

Sólo con amor y comprensión se puede curar un alma herida, y eso es lo más valioso que aprendí en la Universidad. La teoría la enseñan los libros, la experticia la da la práctica, pero el entregar amor a través de tus acciones es lo que te diferencia de otro tratante más. Mi meta está lograda cuando recibo un beso y un abrazo bien apretado por parte del paciente; el mejor pago que uno puede recibir es la lágrima de emoción que cae por la mejilla de aquel ser que se reencuentra con su sonrisa. No hay nada que me haga terminar el día con el corazón más lleno, diciéndome "lo lograste".

Creo que esa es la escencia de la Odontología. Creo que esa es mi misión.

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